miércoles, 30 de marzo de 2011
BLAS LAHITTE, Héctor y BACIGALUPE, María de los Ángeles. Observación y conocimiento: Relevancia del investigador en la construcción de la Antropología como ciencia cognitiva. Rev. Vzlana. de Soc. y Ant., ago. 2007, vol.17, no.49, p.407-418. ISSN 0798-3069.
Observación y conocimiento: Relevancia del investigador en la construcción de la Antropología como ciencia cognitiva Héctor Blas Lahitte1 y María de los Ángeles Bacigalupe2 1 Licenciado en Antropología; Doctor en Ciencias Naturales y Psicología; Investigador en Antropología Cognitiva y Neurociencias; Director del Instituto de Investigaciones sobre Antropología; Jefe del Departamento Científico de Etnografía de la Facultad de Ciencias Naturales y Museología de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Director del Programa de Investigaciones sobre Antropología Cognitiva del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Profesor Visitante de la Universidad de Salamanca, España, desde 1993. Correo electrónico: lahitte@fcnym.unlp.edu.ar 2 Licenciada y Profesora en Ciencias de la Educación; Candidata al Doctorado de la Facultad de Ciencias Médicas; Jefe de Trabajos Prácticos por Concurso de la Cátedra Fundamentos Biológicos de la Educación; Ayudante Diplomado de la Cátedra Investigación Educativa II. Investigadora en Neurociencias Cognitivas y Aprendizaje de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Correo electrónico: mbacigal@huma.fahce.unlp.edu.ar Resumen Como parte del hacer ciencia, este trabajo se propone discutir los aspectos teórico-epistemológicos que dan cuenta de la importancia fundamental de la consideración del rol del observador en la construcción del conocimiento. El tema es discutido desde la perspectiva de la Antropología Cognitiva. Así, es abordado el término ümwelt como mundo sensoperceptivo propio, relacionándolo con el concepto de cognición y con la problemática de la validez de los estudios antropológicos. Finalmente, se proponen algunas vías de salida al dilema de la validez y se plantean algunas cuestiones como posibles hipótesis de trabajo. Palabras clave: conducta del observador, teoría, cognición Observation and knowledge: the investigator's relevance in the anthropology construction as a cognitive science Abstract As part of doing science, this work intends to discuss the epistemological-theoretical aspects that give account of the observer's role relevance in building knowledge. The subject is discussed since the cognitive anthropological perspective. It is seen the concept of ümwelt as the sensoperceptive world of the individual and it is related to the cognition's concept and the problematic of the validity of anthropological studies. Finally, it is proposed some ways to solve the validity's dilemma and it is proposed some questions as working hypothesis. Key words: observer's behavior, theory, cognition 1. Introducción y planteamiento del problema: Epistemología y Antropología La Epistemología, como estudio acerca del conocimiento, constituye un área que ineludiblemente todo científico, en su rol primario de generador de conocimiento, debe abordar en algún momento de su carrera. Tradicionalmente entendida como teoría del conocimiento científico, la Epistemología constituye una disciplina y un hacer que no se limita a las fronteras de la ciencia, abarcando un sentido más filosófico, esto es, cómo sabemos aquello que sabemos, y uno más científico acerca de cómo se conoce, cómo se piensa y se decide (Bateson, 1981; en Lahitte, 2005a). La Epistemología es parte necesaria de la esfera de incumbencia del científico: la esfera del hacer no está disociada de la esfera del conocimiento e ideas que orientan esa acción. Como disciplina científica, la Antropología cognitiva ha sido constituida con el objetivo de estudiar prácticas culturales desde la consideración de los procesos cognitivos subyacentes (Gardner, 1987). Esta disciplina se dedica a indagar acerca de cómo las personas organizan y hacen uso de su cultura; esto es, descubrir los principios que subyacen al comportamiento, la forma en que la mente humana organiza los fenómenos materiales, asumiendo que cada individuo o grupo tiene un sistema de percepción y organización del mundo-entorno que le es propio. Es el hacer de la Antropología cognitiva, entonces, el estudio de la cognición como proceso de construcción subjetiva, intersubjetiva y cultural. Este hacer científico tiene, como tal, su fundamento epistemológico que le da sentido y dirección. Si la teoría comanda las actividades prácticas, la Epistemología deviene en la más elemental de las teorías de base, que sostiene y se sostiene en la Antropología como ciencia del hombre en su totalidad. Desde una concepción tradicional, el hecho de la observación excluye al observador, quien plantea sus hipótesis sobre la base de presupuestos teóricos. Desde nuestra perspectiva se parte de la premisa relacional en cuanto a que todas las ideas surgen de la relación observador-observado, por lo cual el hecho de observación incluye al observador. Si esto es así, surge necesariamente la pregunta acerca de la validez de los estudios antropológicos: desde el momento que el investigador interesado en el estudio de los procesos cognitivos de los sujetos objeto de observación es él mismo un sujeto, su proceso de indagación puede hacerse, solamente, a través de sus propios mecanismos de pensamiento, y a condición de hacerlos explícitos. ¿Conducirá este problema al encierro epistemológico, a un círculo vicioso? ¿O seremos capaces de encontrar una salida al dilema que permita construir un círculo virtuoso? Todo lo anterior sugiere la necesidad de una revisión de la objetividad en ciencia vinculada al análisis del concepto de ümwelt como mundo sensoperceptivo del sujeto epistémico. 2. Mundo sensoperceptivo: ümwelt De acuerdo a la teoría de Jacob von Uexküll (1928, 1938; Wuketits, 1990; Clark, 1999), existen mundos diferentes en cada organización viviente, esto es, los distintos animales viven en diferentes mundos, cada uno con su propio medioambiente específico o ümwelt, construido sobre la base de sus propios órganos sensoperceptuales y según los distintos aspectos del mundo a los que están adaptados. Según von Uexküll: «El mundo entero y rico que rodea a la garrapata se encoge para convertirse en un mundo austero que consta, en esencia, de tres señales de recepción y tres señales efectoras: su ümwelt. Pero la pobreza misma de este mundo garantiza la indefectible certeza de sus acciones: la seguridad es más importante que la riqueza» (von Uexküll, 1934:11-12; en Clark, 1999:64). Este concepto de mundo sensoperceptivo propio de cada especie es el que da sentido a la idea de nichos ecológicos propios, o mesocosmos (mesocosm), entendido éste como el particular nicho cognitivo de la especie. Desde la perspectiva de la Epistemología evolutiva (Vollmer, 1988) nuestras formas de la intuición y categorías de la experiencia, las cualidades de nuestras percepciones, y los elementos básicos de inferencia, clasificación, abstracción, son innatas (aunque filogenéticamente a posteriori), ontogenéticamente a priori y constitutivas para el conocimiento mesocósmico. Es representativa de esta posición epistemológica la frase de L. V. Bertalanffy quien señala que cada sujeto «is surrounded, as by a soap bubble, by its specific ambients, replenished by those characteristics which are amenable to it» (L. V. Bertalanffy, 1973; en Wuketits, 1990:89). El etólogo Kornrad Lorenz (1913-1989), también representante de la teoría evolutiva del conocimiento, ha ilustrado la perspectiva acerca de la relación epistémica del sujeto para con su mundo de la siguiente manera: Las «gafas» de nuestras formas del pensamiento y de la intuición, como la causalidad, la substancialidad, el espacio y el tiempo, son funciones de nuestra organización neurosensitiva, la que surgió al servicio del mantenimiento de la especie. A través de esas gafas no vemos, por tanto, como pretenden los partidarios del idealismo trascendente, una deformación imprevisible del ente en sí, desprovista de todo tipo de analogía y de «relación objetiva» con la realidad, sino una imagen real del mismo, pero, eso sí, una imagen que ha sido simplificada de un modo radicalmente utilitario: hemos desarrollado únicamente un «órgano» para aquellos aspectos de lo existente en sí, ante los que resultaba tan importante para la vida de nuestra especie el establecer una relación adecuada, que una presión suficiente por parte de la selección provocó la formación de ese órgano especial (Lorenz, 1973:17; en Wuketits, 1984:22). Los procesos de la percepción nos son inaccesibles y sólo tenemos conciencia de sus productos, que, de hecho, es lo que necesitamos. Una Epistemología empírica, según Gregory Bateson (1993), tiene como punto de partida estas dos cuestiones: por un lado, que el observador no tiene conciencia de los procesos de construcción de las imágenes que concientemente ve y, por otro lado, que en estos procesos inconcientes aplica un conjunto de presupuestos que se incorporan a la imagen construida. Citando a Alfred Korzybski, Bateson (1993) advierte que el mapa no es el territorio y el nombre, la cosa nombrada. Son nuestros cerebros los que construyen las imágenes que percibimos. Esto es, la experiencia de lo exterior está inevitablemente mediada por determinados órganos sensoriales y vías neurales: «En tal medida, los objetos son creación mía, y mi experiencia de ellos es subjetiva, no objetiva» (Bateson, 1993:42). La percepción del sujeto, según la Gestaltpsychology (Wolfgang Köhler, 1948), siempre capta relaciones, configuraciones, nunca datos aislados y absolutos. Distinguiéndola de lo que un ordenador puede realizar, Konrad Lorenz (1986) señala que la percepción gestáltica es un aparato de elaboración que es capaz de admitir una cantidad enorme de datos aislados, registrar sus interrelaciones y abstraer las regularidades inherentes a esas relaciones; tiene la capacidad de descubrir leyes imprevistas y posee una memoria retentiva extraordinariamente duradera. Yendo al nudo gordiano de la conducta del observador en su función de investigador del comportamiento, problema central de este trabajo, resulta oportuno citar a Köhler cuando se pregunta «¿a qué se debe que nos sintamos tan inclinados a atribuir a los otros experiencias similares a las que tenemos nosotros?» (Köhler, 1948:190), lo cual constituye una de las preguntas centrales del antropólogo cognitivo en el hecho de observación (Lahitte et al, 1989). La problemática de la existencia de mundos perceptivos individuales o culturales, de ümwelten, conduce casi inevitablemente a preguntarse acerca de la validez del conocimiento antropológico, de la construcción del «otro» a través de la conducta de observación. 3. La observación como instrumento de construcción del conocimiento El conocimiento científico es el producto acumulado de una actividad sistematizada, el hacer ciencia, en la cual sujeto cognoscente y objeto a conocer (o sujeto a conocer), son parte de un mismo sistema de construcción del saber científico. La cuestión a discutir, llegado este punto, es la posibilidad de construcción de un conocimiento del cual el observador forma parte mediante su conducta de observación. La ciencia es un campo de conocimiento, pensamiento y acción acotado por sus propias reglas de funcionamiento: constituye una mirada de la realidad, esto es, una ümwelt dada, particular, con sus propios presupuestos y su historicidad. Siendo los paradigmas científicos inconmensurables (Kuhn, 1989), podría hablarse de ümwelt distintas, contrapuestas, subyacentes a las revoluciones científicas. Para el antropólogo que observa el comportamiento del «otro» es necesario recalcar que «ser científico» implica compartir un modo de pensamiento y de acción que lo define como ser de algún modo, y que ese es un modo particular de ser a través de cuyos conceptos es capaz de «ver» u «observar.» La concepción epistemológica de «ver» (Hanson, 1985) implica que cada investigador o cada comunidad científica posee una imagen de la realidad que representa una construcción cultural, una ümwelt, un estilo cognitivo o mindscape (Maruyama, 1980); es un conocimiento cuyo mayor porcentaje es implícito, no conciente. Desde esta perspectiva, la noción de relativismo cultural implica que distintos marcos conceptuales generan una pluralidad de visiones acerca de la realidad. El observador construye, a través de su conducta de observación, un mapa según un patrón cognitivo específico. Cabe, entonces, retomar a Korzybski (Bateson, 1993) cuando advierte que mapa y territorio no son lo mismo. Lo que hace el observador es realizar un acto de distinción por el cual constituye al «otro» y se constituye a sí mismo como observador del «otro.» Podríamos sugerir que la relación entre el sujeto observador y el sujeto de observación o fenómeno a observar no es lo que los separa, sino que constituye la pauta de conexión (Bateson, 1993) que los reúne en un contexto de significación, en un sistema observacional que es, específicamente, un sistema ecomental. Lo que el observador realiza en tanto sujeto epistémico es construir el conocimiento, una actividad de co-construcción en la cual su medio (incluyendo al observado en su entorno) es partícipe de esa conceptualización (Morin, 1992). Llegamos así al problema de cómo la modelización del «otro» depende del modo de construir mapas y computar sobre ellos del observador, de su modus operandi como científico, de su cognición. Desde esta perspectiva la problemática indica que no existen observación e investigación desprejuiciadas, en el sentido de que nuestras «gafas» (Lorenz, 1973) vienen dadas como un a priori ontogenético y, principalmente, como un a posteriori de la historia de la especie: el aparato conceptual de la especie se ha desarrollado filogenéticamente mediante el complejo proceso de hominización (Morin, 1992) al servicio de la percepción y está integrado necesariamente por pre-juicios motivados por experiencias filogenéticas. Habiendo asumido la condición de necesidad que tiene la existencia de su ümwelt para el observador, debemos reconocer que el sujeto conoce siempre y necesariamente subjetividad mediante, sugiriendo que subjetividad y objetividad requieren, antes que una eliminación completa de esta última, una reformulación clara y precisa de sus alcances. El observador es parte constitutiva del sistema observacional. En este contexto, la explicación cibernética, como opuesta a la lineal determinista, señala la propiedad de recursividad que da lugar a la posibilidad de que el investigador vuelva sobre su propio comportamiento de observación en tanto él y su entorno forman parte del mismo sistema. Sin embargo, la explicación recursiva por sí misma no alcanza como recurso de validez pues, mientras la cibernética de primer orden trata de sistemas observados o sistemas con el observador excluido, es la cibernética de segundo orden la que incluye al observador, considerando que todo sujeto en conducta de observación orienta su accionar a partir de su marco teórico, co-constituyendo su sistema ecomental mientras es parte integrante. 4. Los círculos virtuosos y el problema de la validez El motivo de búsqueda fundamental de los antropólogos cognitivos es el reconocimiento de los puntos de observación según los cuales el ens universale es configurado y expresado en cada sociedad, dando como resultado un estilo cognitivo o mindscape. Sin embargo, esto no significa reducir la Antropología cognitiva a la Psicología. Precisamente la Antropología cognitiva sostiene que, primariamente, no hay un procesamiento individual, mental, independiente del contexto ecocultural. Asimismo, la aproximación cognitiva en Antropología no se ocupa, a diferencia de la psicológica, de las formas patológicas del pensamiento; por el contrario, trata las configuraciones del pensamiento sobre la base de construcciones, o interpretaciones, igualmente posibles, de las cuales algunas de ellas logran su realización. De este modo, se hace presente un universo mental, un mindscape, que habrá de encajar en la pauta de realizaciones características (y constitutivas) de la sociedad que se trate. La patología psiquiátrica es un modo idiosincrático y particular de adaptación, para la Antropología cognitiva; representa la adquisición de nuevas propiedades por el ser humano cuando la condición de equilibrio está alterada (Lahitte, 2005b). Desde una perspectiva cognitiva, los antropólogos intentan entender cómo otras culturas construyen su realidad, lo cual implica aprender a reconocer las propias configuraciones y los estados mentales que las hacen posibles. Se trata de saber por qué hacemos determinadas cosas, cómo las hacemos y cuántos modos posibles de realizaciones hay sin que se pierda la estabilidad psíquica y social del sujeto, o, lo que es mejor, qué tipos de procesos mentales que conservan la adaptación se originan en circunstancias específicas. Tamaña misión presenta un desolador escenario para el investigador: cómo alcanzar un conocimiento antropológico válido. El reconocimiento de la existencia de un conocimiento que está construido por investigadores cuya percepción y recorte de la realidad sólo es posible a través de su ümwelt, permite sugerir que una tarea científica requiere de la crítica y autoevaluación permanente, explicitando lo máximo posible las operaciones y cadenas de razonamiento puestas en juego en la formulación y re-formulación de lo observado. Esto es, se intenta explicitar la presencia del sujeto que investiga con sus propios deseos e intenciones, asumiendo que toda explicación que no involucre a quien explica no podría considerarse una explicación científica (Lahitte, 2005a). Es oportuno destacar que en ciencia ninguna definición puede pretender tener validez absoluta y a priori, así como que es imperativo erradicar y explicitar no sólo principios implícitos, sino también las valoraciones implícitas en los conceptos básicos. Estando ocultas, jamás conoceremos su incidencia en nuestras percepciones o, lo que es peor, en las conclusiones que de ellas sacamos. Es necesario reconocer que el pensamiento del antropólogo está socialmente condicionado, y aquí el concepto mismo de condicionamiento social implica atadura. Superar esta dificultad significa recurrir a un método que permita controlar los valores preexistentes proyectados en toda investigación como acto de vida. El pensamiento socialmente condicionado está atrapado por un principio de especificación histórica, precisamente por lo cual nos resulta difícil el ingreso a otros universos de significación. Sin embargo, es el querer entrar lo que hace específica la tarea del investigador cognitivo que, aceptando el relativismo cultural, intenta superar las propias limitaciones. Así, es capaz de flexibilizar la adhesión a su sistema de valores original, tanto de orientación como de formación, empezando a admitir otro igualmente legítimo. De no proceder de esta forma, no se llega más que a describir la visión que la propia sociedad tiene de la otra sociedad. Ilustrativamente, G. Vollmer (1988) ha propuesto la existencia de círculos virtuosos como instrumentos metodológicos para resolver el problema de la circularidad y autorreferencia de una Epistemología empírica. En su artículo Vollmer señala que se ha dicho que una orientación empírica hace a la Epistemología circular. Sin embargo, no hay un círculo vicioso. Habiendo abandonado la idea del conocimiento perfecto, no hay problema en comenzar por los hechos empíricos y que el conocimiento sea imperfecto. Aún la Epistemología tradicional tiene que tomar ciertos hechos como dados, por ejemplo, la existencia del conocimiento y la posibilidad de comunicación entre seres. Si hay un círculo, éste no es vicioso sino virtuoso: representa un bucle de retroalimentación autocorrectiva fructífera, un sistema en el cual se dan propiedades nuevas, ninguna de las cuales aparecía en las partes originalmente, y con efectos que ninguna de las partes individualmente podría haber producido. De acuerdo con esta perspectiva, «It is the idea of critical examination which had to replace the ideas of cognitive certainty, of perfect knowledge, of absolute foundations.» (Vollmer, 1988:179) Este método de examen crítico establece que, si bien no pueden ponerse en cuestión todas las premisas al mismo tiempo, debemos estar dispuestos a examinar una por una a su debido tiempo, con el fin de ser capaces de criticarlas y reemplazarlas si fuere necesario. De acuerdo al racionalismo crítico, nada puede ser excluido del escrutinio y rechazo potencial, ni siquiera los principios más fundamentales de la lógica. 5. Cuestiones finales Desde nuestra perspectiva, una explicación científica es aquella que pretende reformular el fenómeno a explicar en su conjunto, en su integralidad, tomando la relación como punto de partida. Desde esta perspectiva la Epistemología debe ser transdisciplinar (Lahitte et al, 2005). La reflexión de que el observador, en su hacer Antropología, utilice los recursos cognitivos que la evolución le ha dado y que comparte con su objeto (sujeto) de observación, conduce a pensar que, si hay un círculo, éste no es vicioso sino virtuoso, un feedback loop fructífero, que permite co-construir, generar, conocimiento útil y válido. ¿Cómo lograr esta validez? Atendiendo a los propios preconceptos, a la idea que del «otro», «nosotros» tenemos, ümwelt mediante, recurriendo constantemente a la autorreflexión crítica y la vigilancia epistemológica. Concluyendo, podemos señalar con Vollmer (1988) que el mundo y la ciencia están poblados de círculos, que no todo círculo es un círculo vicioso, que muchos círculos no sólo son consistentes, sino, también, fructíferos, productivos, y que éstos son los llamados círculos virtuosos. Bibliografía 1. BATESON, G. (1993). Espíritu y naturaleza. Segunda edición. Amorrortu, Buenos Aires. Título original: Mind and nature. A necessary unity (1979). 2. CLARK, A. (1999). Estar ahí: Cerebro, cuerpo y mundo en la nueva ciencia cognitiva. Paidós, Barcelona. 3. EIBL-EIBESFELDT, I. (1993). Biología del comportamiento humano: Manual de etología humana. Alianza Psicología, Madrid. 4. GARDNER, H. (1987). The mind's new science. Basic Books Inc. Publisher, New York. 5. HANSON, N. (1985). Patrones de descubrimiento: Observación y explicación. Alianza, Madrid. 6. KUHN, T. S. (1989). ¿Qué son las revoluciones científicas? y otros ensayos. Paidós/ICE-Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona, España. 7. KÖHLER, W. (1948). Psicología de la forma. Editorial Argonauta, Buenos Aires. 8. LAHITTE, H. B., HURRELL, J. A. (1995). Ecología de las ideas: Epistemología de la relación. Ediciones Cauces. Salamanca, España. 9. LAHITTE, H. B., HURRELL, J. A., MALPARTIDA, A. (1989). Relaciones 2: Crítica y expansión de la ecología de las ideas. Ediciones Nuevo Siglo, Argentina. 10. LAHITTE, H. B. y ORTIZ ORIA, V. M. (2005a). El otro: Antropología del sujeto. Nobuko. Buenos Aires, Argentina. 11. LAHITTE, H. B. y ORTIZ ORIA, V. M. (2005b). Ciencia y psicoanálisis: Una visión preliminar. En: Pliegos de yuste, (3), 87-94. 12. LORENZ, K. (1986). Fundamentos de la Etología: Estudio comparado de las conductas. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona. 13. MARUYAMA, M. (1980). Mindscapes and science theories. En: Current Anthropology, 21(5), 589-608. 14. VOLLMER, G. (1988). On supposed circularities in an empirically oriented Epistemology. En: G. Radnitzky y W. W. Bartley (Eds.) Evolutionary Epistemology, Rationality, and the Sociology of Knowledge. 2nd printing. Open Court Publishing Company. Illinois, USA, pp. 163-200. 15. WUKETITS, F. M. (1990). Evolutionary Epistemology and its implications for humankind. State University of New York Press. New York. 16. WUKETITS, F. M. (1984). Gnoseología evolutiva: el nuevo desafío. En: K. Lorenz y F. M. Wuketits, La evolución del pensamiento. Editorial Argos Vergara, Barcelona. |
Links relacionados
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Esperamos vuestra participación en el evento y en su difusión. En próximas circulares adelantaremos los ejes temáticos y las modalidades para la presentación de trabajos.
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