Para principios de los ochentas, el feminismo como movimiento intelectual comenzó a proponer cambios dentro de las formas en que la psicología investiga al ser humano, en particular en los compromisos tácitos en cuestiones teóricas, metateóricas, metodológicas y refexivas. Rhoda Unger, una autora ignota por estas latitudes por no haber una psicología de género mínimamente delineada, se detuvo en un texto ya clásico sobre estas cuestiones. En primer lugar debe tenerse en cuenta que toda metodología, por más estandarizado que sea el procedimiento, siempre depende de conceptos, en su diseño y justificación. Los métodos son definidos por conceptos, y si éstos son pobres o estrechos, los métodos reproducirán esa pobreza, y los resultados obtenidos de métodos pobres, sin un análisis crítico, son una fuente cada vez más pobre para generar nuevos conceptos. La obtención sistemática de datos empíricos es poco más que un ritual superfluo si la forma en que éstos se evalúan e interpretan es pobre y no se revisan los conceptos que fundan la investigación.
Para las feministas este ha sido un problema central porque conceptualmente la psicología las ha invisibilizando de dos formas, eliminando la variable de género en las investigaciones —por se una variable “social”, y por tanto no controlable—, u homologándola a la del hombre por la vía de teorías evolucionistas débiles, y con ello naturalizando una femineidad pobre. Un problema central es que las cuestiones de género son siempre sociales e interpresonales, y el estándar de cientificidad de la psicología siempre a tendido a reducir esos aspectos, o bien a variables eliminables, o bien la especulación con magro o nulo apoyo empírico. Eso se ha reforzado por una consideración verticalista de los métodos, según la cual la experimentación es la quintaesencia de la investigación científica, sin advertir que las restricciones propias de la masa de clausulas ceteris paribus —las variables a excluir por estabilización— necesarias para realizarlos. Desde luego, el problema no son los límites del método (todos lo métodos tienen límites); el problema es la creencia de que esas limitaciones son insignificantes, que la excusión de variables del análisis es en todo caso una fortaleza, y que un mismo método deberías ser adecuado y garantizar resultados para todo ámbito de estudio, objeto de estudio y nivel de análisis. La primacía del método (único) ha llevado una y otra vez a la psicología a una cosificación de los supuestos y las teorías que ha limitado a la disciplina a una racionalidad instrumental, sin contemplar una racionalidad de fines o una reflexividad en el agente racional. En otras palabras, casi nunca se cuestiona, revisa o justific a quién investiga y para qué. Si las respuestas a esas preguntas significan la omisión sistemáticas de aspectos centrales de la vida en comunidad humana —cómo porqué la mujeres han tenido históricamente menos libertades civiles, peor remuneración y legislación que coarta sus intereses—, entonces no pueden ser admisibles.
Quizás el karma de la psicología sea que no pueda esperarse una cientificidad lograda si del estudio del humano se excluyen las cuestiones de genero, cultura, clase social, entre otras dimensiones básicas de la vida de las personas. Mientras más se restringa la psicología a un uso acrítico y mecánico de los métodos, más creerá que es científica, y más pasará inadvertida la realidad efectiva de los humanos.
Referencia:
Unger, R.K. (1992 [1983]) Through the Looking Glass. No Wonderland Yet! (The Reciprocal Relationship Between Methodology and Models of Reality). En J.S. Bohan (Ed.), Seldom Seen, Rarely Heard. Women’s Place in Psychology (pp. 147-170). Boulder, CO: Westview Press.
Luciano García
AACP - PSIENCIA
AACP - PSIENCIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario