martes, 14 de junio de 2011
Ficha Bibliográfica. Técnica: Historias de Vida.
Ficha bibliográfica:
Medrano, Concepción. ( compiladoras ). (2007). Las historias de vida: Implicaciones educativas. Buenos Aires: Alfagrama.
Medrano, Concepción; Cortés, Alejandra. La investigación narrativa y su relación con la educación.
La investigación socio – cultural es un referente para indagar los núcleos básicos del pensamiento humano. Dentro de este enfoque, la investigación narrativa se extiende como un sub – área de la investigación cualitativa, más concretamente como investigación experiencial. La narrativa se inscribe dentro de una metodología de corte hermenéutico que nos posibilita dar significado y comprender las dimensiones cognitivas, afectivas y conductuales de los seres humanos.
La investigación narrativa es concebida por las autoras como una herramienta que nos puede facilitar la comprensión, a través de las historias de vida, de la diferencia que suele existir entre aquello que proclamamos como importante y nuestras propias conductas. Igualmente las narraciones dan cuenta de aquellas variables afectivas que en el transcurso de nuestras vidas ha influido en nuestras propias decisiones y acciones. Gusford (1999) sostiene que el significado que se puede dar a la propia vida a través de la autobiografía facilita y contribuye a elaborar el propio proyecto ético de la vida de una persona.
La aparición de los enfoques contextuales, comunitarios y neoaristotélicos en teoría moral, nos conduce a un período postkohlberiano (perspectiva predominante en las últimas décadas), donde se inscribe perfectamente el Enfoque Narrativo. Enfoque que posee evidentemente relevancia en las implicaciones educativas.
En los ´80 se presenta la investigación narrativa como otra manera de acercarse al conocimiento de las personas y de los hechos culturales, más allá de la metodología lógico – científica; desde la narrativa se pretende entender el sentido y significado de algunos acontecimientos vitales.
Historia de vida.
Para las autoras constituye un instrumento que facilita la comprensión de variables intervinientes entre el razonamiento y la conducta.
La narrativa en el campo de la educación permite una comprensión más profunda de las complejas relaciones entre enseñanza y aprendizaje.
La narratología es un ámbito de estudio teórico que parte de la narrativa como una herramienta que nos posibilita la representación y la comunicación. Se presenta como una forma de caracterizar los fenómenos de la experiencia humana; por lo tanto, su estudio es adecuado a muchos ámbitos de las ciencias sociales.
La narrativa en el ámbito educativo refiere a los relatos o conjunto de situaciones que una persona comunica a un informante, en un contexto comunicativo. Es decir, se trata de una forma de comunicarse, que puede ser analizada desde distintas perspectivas y marcos metodológicos.
Bruner plantea que la narrativa es uno de los modos básicos de la representación, y que el otro es el paradigmático. Cuando relatamos aspectos de nuestra propia vida, solemos hacerlo como vehículo para tomar distancia de los hechos, y convertir nuestra experiencia en un objeto de reflexión. La narrativa supone entender la vida como “un texto” que nos contamos a nosotros mismos o a otros, sujeto a múltiples interpretaciones. En el marco de la Psicología Narrativa, las autobiografías se conceptualizan como relatos del desarrollo formados por pequeñas historias o relatos que adquieren sentido a la luz de una historia de vida. En este contexto los fracasos y las crisis se interpretan como motor del desarrollo.
Para Bruner, el viaje narrativo supuso una confirmación de las teorías contrarias a la universalidad de la denominada “concepción occidental de la individualidad”, donde se concibe a la persona como un universo motivacional y cognitivo compacto, único y más o menos integrado. Así como un centro dinámico de conciencia, emoción, juicio y acción, organizado en una totalidad peculiar y en contraste con otras totalidades semejantes y con un trasfondo social y natural. La multiplicidad de las historias de vida permite ir más allá de lo universal, de lo generalizable, y centrarse en la reinterpretación personal de los acontecimientos que vivimos.
Entre las características claves de la narrativa, dentro de los procesos de enseñanza – aprendizaje, se destaca:
- proporcionar significado a la experiencia personal desde la perspectiva temporal.
- sistematizar y ordenar las acciones y los sucesos cotidianos en unidades de episodios.
- estructurar los sucesos del pasado y planificar los acontecimientos.
La narración como método nos permite generar conocimiento científico, dado que las personas construimos significados, mediante el contraste, la confrontación y la reflexión acerca de nuestras conductas. Desde este enfoque, las historias de vida se conforman como el constituyente básico de nuestra identidad, y pueden ayudarnos a interpretar de manera más adecuada las relaciones entre razonamiento y conducta. En síntesis, el estudio de la narrativa es el estudio de la forma en que los seres humamos experimentamos el mundo. Para Polkinghorne (1988) es la manera más primaria de dotar de sentido a la experiencia humana.
Las historias de vida dentro del enfoque narrativo pueden facilitarnos una mayor comprensión de las relaciones o falta de coherencia entre el razonamiento y la conducta, dado que permiten tener un marco global que relacione unas situaciones con otras, así como dotar a las distintas situaciones de sentido. El hecho de narrar nuestra vida puede ayudarnos a comprenderla mejor. Asimismo, reconstruir nuestro pasado puede posibilitarnos una mejor construcción de nuestro proyecto futuro.
En las historias de vida suprimen las dicotomías: investigador – actor, formador – formado, y sujeto – objeto de la formación. En definitiva, se trata de que a través de las historias de vida se promueva en el propio sujeto adulto su itinerario de formación y su propia capacidad para continuar formándose.
Para López Barajas (1996) existe una serie de elementos comunes a cualquier modalidad, a saber: sentido antropológico; la existencia de los otros; el tiempo humano.
Para Ricoeur el fin de poder articular el tiempo físico y el tiempo vivido, como tercer tiempo, el tiempo humano. Este último está socialmente construido y se apoya en el lenguaje. Ricoeur entiende que el lenguaje y, en concreto, la narración posibilitan pensar sobre la permanencia en el tiempo, característica de la identidad personal.
Desde la perspectiva constructivista, el interés por los materiales autobiográficos se encuentra en la potencialidad que poseen para identificar los contenidos característicos que estructuran las creencias de una persona acerca de sí misma. En la comprensión de los aspectos psicológicos es más importante entender la interpretación que la persona realiza de su propia experiencia, que poseer información objetiva acerca de la misma. En el marco de los enfoques cognitivos se subraya la importancia de la percepción que tienen las personas en su interpretación personal de la experiencia, como factor de incidencia en su desarrollo cognitivo, afectivo y comportamental.
Pineau y Jobert (1989) presentan las historias de vida como un instrumento de formación permanente. Abordan 6 problemas reales que se plantean en la práctica:
- los problemas relacionados con el surgimiento de nuevas prácticas de formación permanente.
- problemas metodológicos.
- conflictos provenientes de los aspectos ideológicos e institucionales.
- problemas de lenguaje.
- problemas de temporalidad.
- problemas epistemológicos.
Pineau y Jobert analizan esta problemática dentro de un contexto dinámico que se irá resolviendo a largo plazo, desde la perspectiva kuhniana de crisis paradigmática. Incluso entienden la crisis paradigmática en educación como una crisis también social. En esta línea de pensamiento, Pinaeu y Legrand (1993) trabajaron en la exploración de 3 modelos de exploración de las historias de vida:
- modelo biográfico o relato de una vida por otro. El análisis y la interpretación se realizan por una persona diferente del que relata la propia vida.
- modelo autobiográfico o relato del mismo sujeto. Es el propio sujeto el que reconstruye sus enunciados, sin interlocutor en el tratamiento de la información.
- modelo dialógico. Este modo de exploración opta por la explicitación del saber implícito como un trabajo conjunto entre locutor y el interlocutor. Se entiende que el sentido de lo vivido no se reduce a su enunciación, si no que precisa de la colaboración del investigador para analizar su sentido y coherencia.
Las historias de vida son una herramienta y una fuente de conocimientos que nos facilitan la comprensión de la conducta particular de una persona en un momento concreto de su vida. Asimismo, contribuyen al crecimiento personal, en la medida en que provocan una reflexión sobre nuestro comportamiento. Los relatos biográficos ponen en evidencia los procesos a través de los cuales se configura el saber en situaciones concretas.
Entrevista a la Dra. María Luisa Femenías. Género, Jóvenes y Familia.
Entrevista a la Dra. María Luisa Femenías[1]
“LO IDEAL SERÍA QUE LA FAMILIA NO TUVIERA LA PRESCRIPCIÓN DE CÓMO DEBE SER”
“LO IDEAL SERÍA QUE LA FAMILIA NO TUVIERA LA PRESCRIPCIÓN DE CÓMO DEBE SER”
Por Paula González Ceuninck
Introducción sobre la perspectiva de género
¿Cuáles son los debates actuales más destacados en el campo de los estudios de género?
Los debates actuales giran sobre todo en torno al tema de la identidad. Está mucho más centrado en el tema de la identidad como un derecho que en el tema de los derechos vinculados a la ciudadanía (que eran los derechos que reivindicó tradicionalmente el feminismo en general), por ejemplo derecho a la educación, aborto, salud, igual salario, trabajo, etc.
En este momento hay un fuerte impulso de derechos que están vinculados a la identidad, que puede ser identidad étnica (y ahí los grandes movimientos basados en la identidad étnica, de las mujeres), identidad sexual (como “identidades alternativas”, en el sentido de “desconocimiento y quiebre del dimorfismo sexual tradicional”) y, en algunos casos, de la identidad joven, como marcando una franja etárea que yo creo que está buscando cómo insertarse en todos estos movimientos, que supongo se deben ver un poco convulsos desde ciertas perspectivas.
¿Cómo impacta esto en América Latina? ¿Cuáles son, según su óptica, las líneas de estudio más relevantes?
En Latinoamérica el mapa no es homogéneo, es muy complejo porque nuestras formaciones culturales son disímiles: la cantidad de población, el acceso al trabajo, a la salud, es muy diferente según los distintos países y creo que todavía hay deudas pendientes muy fuertes de lo que podía ser el modelo ilustrado tradicional de acceso a igualdad de derechos, no tanto desde el punto de vista formal- legal sino desde el punto de vista material. Hay un cúmulo de enunciados de derechos y pactos nacionales, internacionales, constitucionales, etc., y hay dificultades muy serias para mujeres y varones - pero mayoritariamente para las mujeres, y creo que también en este momento para los jóvenes - de acceder a esos derechos de manera real y efectiva. Entonces tenemos sociedades que aún se manejan muy fuertemente con resabios de modelos “no ilustrados”, “no modernos”, lo cual genera conductas y estilos de vida donde hay grupos que están intensamente disciplinados por la subordinación todavía. Eso se nota mucho según la etnia y el lugar de pertenencia, la posibilidad de acceso al conocimiento y, directamente, según la posibilidad de acceso a la salud y a la educación, que es básico y es un derecho garantizado que no se cumple en muchas zonas no sólo del país, sino en América Latina en general.
Lo que rescato como interesante son los grupos identitarios que surgen de los movimientos multiculturales o postcoloniales, es decir, que buscan identidad étnica y buscan -sobre todo las mujeres- redefinir sus identidades étnicas por fuera de lo que pueda ser el lugar en el que los discursos de la modernidad ponen (o excluyen) a las etnias y el lugar hacia el interior de éstas, que la estructura fuertemente patriarcal le concede generalmente a las mujeres. Entonces es una doble negociación muy complicada, porque estas mujeres no pueden, ni quieren, ni tienen por qué desconocer su identidad y sus culturas étnicas, pero tienen que negociar que tampoco quieren que eso sea vivido como hace doscientos años, como si la etnia estuviera cristalizada y no tuviera interferencias y diálogos con lo que podríamos llamar “culturas occidentales”.
Me parece que son movimientos muy fuertes en este momento en Latinoamérica, que hay que mirar con detenimiento porque pueden llegar a salir cosas muy interesantes, porque se modifican y se conmueven rutinas vinculadas a los modelos estamentarios tradicionales que no quedaron muy conmovidos, a lo mejor quedaron arrasados o marginalizados o ignorados, pero pocas veces en diálogo y conmovidos para que se autodefinan de otra manera y desde otro lugar. Eso me parece rico.
Los movimientos de mujeres y la cantidad de líderes o lideresas que se están generando espontáneamente, también es muy interesante para revisar. Por ejemplo, Silvana Fiordino, que es de mi equipo, lo está trabajando en este momento respecto de grupos indígenas argentinos. Pero es demasiado complejo para sintetizar en relación a la cantidad de cosas que se están produciendo.
¿Cómo es el proceso de inserción del campo de los estudios de género en nuestro país?
La inserción es compleja, desde hace veinte años o más estamos instalando este tipo de temas y de problemáticas, lo que implica que ya hay una trayectoria. La diferencia se ve, a lo mejor puede parece mínima pero podemos comparar que hace veinte años no eran temas que trataba Conicet, no eran temas que se trataban en las universidades y en este momento sí son temas que se presentan, se plantean y se discuten. Se está visibilizando la necesidad de tener en cuenta esta mirada porque ofrece un panorama totalmente diferente, incluso para la resolución de conflictos o para el abordaje de situaciones violentas.
En este momento hay una revaloración increyendo, que tiene una cara positiva que es ésta, y una contrapartida no tan positiva -como pasa siempre-, ya que hay como una trivialización del tema en algunos medios, en algunos sectores. Se lo minimiza, se lo trivializa o se lo reduce a un par de tonterías intrascendente y se engloba todo como si eso fuera lo que es el estudio de género, incluso el feminismo teórico o todo este campo que se ha abierto para tener en cuenta qué pasa cuando somos cuerpos sexuados y nos instalamos en la sociedad.
Pero dejando de lado esta suerte de “intento de desprestigio”, el tema está permeando y está creciendo. Incluso muchas mujeres no se atreven todavía a decir: “estoy de acuerdo con estas ideas que son feministas”, entonces dicen: “estoy de acuerdo pero no me quiero rotular de esa manera”, porque el término viene peyorativamente marcado y parecería que tiene que ver con enfrentamientos. En realidad tiene que ver con otra mirada que permite desmontar situaciones desde otro lugar, que implican fundamentalmente a las mujeres y a su situación actual e histórica, y que permiten desestructurar muchas situaciones de rutina que son violentas y que casi ni se toman en cuenta que los son, porque están naturalizadas, parecería que esa es la manera natural de ser de las cosas cuando no lo es, cuando se la puede estructurar y conversar de otra manera.
Género y familia
¿Es posible hacer una genealogía de los estudios de género en vinculación a la dimensión familiar?
Creo que es imposible de separar, porque los estudios de género, el feminismo, inmediatamente inciden en la estructura familiar. La familia originariamente, si uno piensa en la recomposición de la familia decimonónica, antes del siglo XIX, tenemos familias extensas, si es clase alta incluye sirvientes y si es clase baja son mucho más lábiles y con gran cantidad de niños. Cuando en el siglo XIX se conforma la familia como la familia nuclear que conocemos ahora, que excluye a sirvientes, a esclavos y a familiares lejanos y se conforma por padre, madre e hijos (generalmente dos o tres) se circunscribe muchísimo el núcleo familia, la célula fundamental de la sociedad. Esa familia es fuertemente patriarcal, monogámica, jerárquica. La autoridad la tiene el padre, que aparece como “proveedor” (casi universal) y de alguna manera responsable de la mujer y de los hijos, mientras que el rol de la madre es el doméstico. La mujer, en el siglo XIX, es como una menor de edad más en el seno familiar. Por lo tanto hay un solo responsable adulto, ciudadano pleno, que es el varón.
Inmediatamente la reclamación de derechos por parte de las mujeres comienza a nivelar esa familia que está fuertemente estructurada y obviamente algunos lo pueden vivir como que se les están recortando potestades. El reconocimiento de que no hay un único adulto proveedor sino que hay dos adultos que pueden ser proveedores y que ambos contribuyen a la familia, genera una diferencia estructural en el seno de la familia. Entonces es imposible de obviar una cosa de la otra porque hay una incidencia directa.
Por otro lado, esa construcción de un varón proveedor tan fuerte atrapa a los varones en una identidad única que está directamente ligada al trabajo, al esfuerzo, a la protección, en un sentido de cuidado no amoroso sino de cuidado formal y legal. En este momento, con las crisis económicas y laborales, la pérdida de ese factor fuertemente identitario de los varones genera crisis en los modelos tradicionales de familia, de masculinidad, de autoestima y eso interviene en las formas familiares actuales. Dejando de lado otras cuestiones que puedan tener que ver con la separación, el divorcio, los hijos de varios matrimonios -aunque eso serían otros tipos de familias-, pero aún en las “familias tradicionales”, la pérdida de la relevancia del mandato -porque tal vez nunca fue así, pero siempre fue un mandato- debilita la autoestima.
Si pensamos a la familia como escenario de relaciones de poder y en las expectativas de rol reproducidas hacia el interior de esa institución, podríamos dar cuenta de cierta desestabilización de los mandatos tradicionales. Más allá de las cuestiones vinculadas a las crisis económico-laborales que ya mencionó, ¿qué otros factores son motivadores o han impactado en los cambios de las expectativas de rol?
En este momento las familias son más abiertas respecto de las expectativas de rol de los hijos. Es decir, no tenemos esos mandatos en el sentido de que el varón tiene que seguir la profesión del padre si es clase media, donde se forma esta especie de genealogía de profesionales en la que se transmite algo más que el tipo de trabajo: el prestigio, el reconocimiento. Creo que eso es muchísimo más flexible en este momento, lo cual me parece muy positivo para que cada uno pueda ir conformando su propia expectativa respecto en sí mismo, más que el cumplimiento de un mandato del cual parecería que no se puede escapar.
El hecho de que las mujeres hayamos salido a trabajar a la esfera pública también genera una diferencia en cómo se entiende al trabajo, porque ya no es solamente el trabajo del espacio público: es éste y el trabajo del espacio privado, entendido como no remunerado. Entonces hay toda una definición de qué se entiende como ámbito laboral que incide obviamente en la conceptualización de la familia e incide en la imagen y la presencia de las mujeres en el espacio público. Tener igualdad de derechos, patria potestad compartida, tener capacidad de decisión compartida sobre los propios hijos, pone a la mujer en un lugar mejor que el que tenía hace cuarenta años, donde no podía resolver ni autorizar a su hijo a salir ni a entrar del país sino estaba el papá que firmara (muchas veces el papá no estaba por separación de hecho, lo cual generaba distorsiones muy fuertes).
De manera que la posibilidad de pensar en jefes y jefas de hogar, implica un imaginario totalmente distinto, porque ya el imaginario no es solamente del varón proveedor, sino que es del adulto responsable que puede ser varón o mujer, heterosexual o no, que se hace responsable de un conjunto de menores que están bajo su cuidado. Eso genera una visibilización de los lugares de los individuos que es totalmente diferente. Creo que trata de romper situaciones de familias estructuralmente jerárquicas o rígidamente jerárquicas.
Es verdad que hay manejos de poder dentro de la familia, pero también es verdad que esos manejos de poder se dan junto con manejos afectivos. Es decir, no es que está el poder por un lado y el afecto por otro, se intercalan. Entonces uno podría decir que hay “poder vinculado a mandatos” pero también hay modos alternativos de ejercicios de poder en el vínculo familiar, que tienen que ver con cómo recorre a la familia la construcción de los vínculos entre las personas, entre sus miembros, y eso me parece sumamente importante.
Pensar en la existencia de distintos mandatos y relaciones hacia el interior de la institución familiar, nos habilita a pensar también en nuevas configuraciones familiares. ¿Qué análisis se puede hacer desde los estudios de género acerca de estas nuevas familias que parecen aparecer?
Los estudios de género se ocupan, más que nada, de cómo se va resolviendo el tema identitario de la pertenencia real y simbólica a un grupo familiar. Uno podría decir que hay una pertenencia real que es consanguínea y una pertenencia simbólica que tiene que ver con familias de adscripción, es decir familias de las cuales uno se siente miembro sin que necesariamente haya un vínculo consanguíneo de hijos.
Hay una mayor permeabilidad y movilidad de lo que ahora llamamos familia, mucho más difícil de describir. Lo que a mí me parece es que todavía es muy fuerte el mandato social de que la familia debe ser monogámica y estructurada de determinada manera. Porque las leyes y los cambios que se producen de manera mucho más rápida de lo que se modifican los estilos sociales en general. Entonces hay aspectos dinámicos de la sociedad que implementarán “nuevos estilos familiares” y habrá zonas más rígidas de la sociedad que seguirán bregando para mantener el modelo de la familia estructural, patriarcal, monogámica, tradicional, de la familia que no se desvincula, no se divorcia, no se separa, lo cual implica reforzar redes de unificación. Esas redes pueden ser positivas o no, pueden ser en beneficio o en detrimento de sus miembros. Habrá miembros que se sienten absolutamente asfixiados y otros que se sienten cobijados, porque tienen una estructura rígida que los dirige en parte.
Lo ideal sería que la familia no tuviera la prescripción de cómo debe ser, sino de cómo puede ir armándose, según la creatividad, las posibilidades y las necesidades de sus miembros.
En ese sentido, sería muy positivo que se flexibilizaran las posibilidades de las adopciones. En este momento, hasta donde yo sé, son modelos muy rígidos que obligan a muchos trámites, que son muy dilatados en el tiempo y nos encontramos con muchas familias que acogerían criaturas y muchas criaturas que a su vez necesitan de esas familias, y todavía ese trámite sigue siendo muy lento, burocrático, dificultoso.
Las familias no heterosexuales vienen ganando una visibilidad importante no sólo en los medios de comunicación sino también en el espacio público. ¿Cómo evalúa este proceso? ¿La familia ha dejado de ser heterosexual?
Creo que si hay un adulto, del sexo y de la opción sexual que sea, dispuesto a criar, querer, cuidar, cobijar un niño, bienvenido sea porque no pienso que sea mejor estar institucionalizado que estar en un grupo familiar que te quiera.
Es normal y sensato que el Estado tenga ciertos resguardos respecto de qué va a hacerse con ese menor después, el problema es que sigue habiendo tráfico de niños para fines que no son precisamente el cuidado familiar. Muchas veces las prevenciones son insuficientes para determinadas redes que tienen que ver con trato, pornografía, etc., y son demasiadas rígidas para personas con buena voluntad que quieren hacerse cargo y conformar una familia del perfil que fuera.
Todavía estamos en un modelo demasiado rígido, pero no solamente desde el punto de vista legal sino que todavía la sociedad sanciona fuertemente, desde el imaginario y lo ideológico, todo aquello que ve como trasgresor porque lo ve como un desorden.
Aparece la conceptualización de “familia no convencional”…
Poner el rótulo de “no convencional” es como poner el rótulo de que porque no es convencional “no es bueno”. Es decir, viene con una carga valorativa, ética que no debería tener, porque hay familias convencionales que son altamente perjudiciales para el crecimiento de sus niños. Es decir, hay todavía una fuerte asimilación de que porque no es tradicional no es bueno y en realidad los parámetros de valoración deberían juzgarse por otro lado y ahí intervienen psicólogos, pedagogos, abogados pero con capacidad y apertura para ver las reales posibilidades de lo nuevo no necesariamente sancionado desde el origen porque es nuevo o no es convencional.
Jóvenes, género y educación sexual
La educación sexual es un tema fundamental y controversial, ya que distintos sectores de la sociedad disputan por direccionar ese proceso. Sobre un tema tan sensible como éste, que involucra dimensiones tan importantes como el cuidado del cuerpo, la prevención de embarazos no deseados, la cuestión de los abortos mal practicados que implican una gran cantidad de muertes cada año, etc. ¿Cómo interpretar las declaraciones del Arzobispo platense Héctor Aguer, que además está al frente de la Comisión de Educación del Episcopado? ¿Cómo es posible que todavía ciertas organizaciones sostengan posturas tan lejanas a las prácticas de los jóvenes -como destinatarios de tal política pública-?
De los jóvenes y no tan jóvenes. Primero, creo que uno tiene que tomar las declaraciones de Monseñor Aguer como declaraciones del Monseñor Aguer, no es toda la Iglesia. El habla, yo creo que habla por sí mismo y uno acepta o no las opiniones de las personas que tienen derecho a emitir y uno tiene derecho también a no coincidir.
Para mí lo preocupante es que no se entrevistan a los sectores disidentes de la propia institución. Nos quedamos todos con lo que dice Monseñor Aguer, que tiene derecho a decir lo que quiera, pero no es la voz Iglesia. Hasta donde yo sé, por ejemplo “Católicas por el derecho a decidir”, que es un grupo de mujeres sumamente valientes, tienen posiciones totalmente disidentes. Yo invitaría a que se les de micrófono también, porque si reforzamos una única voz, pensamos que es una institución monolítica sin disidencias internas y seguimos creyendo que tiene la voz autorizada de toda una institución y no es así. Se arroga una voz autorizada y si nosotros lo creemos, lo único que hacemos es concederle el lugar que él cree que tiene. En este sentido, me parece que hay que abrir el diálogo, buscar y hablar otros sectores, darles voz y micrófono a los sectores que no opinan lo mismo.
En un conjunto social somos muchos los que pensamos de distinta manera y el peso que tenemos depende de la resonancia que tenga la voz que tenemos. Entonces si no tenemos micrófono, no tenemos influencia prácticamente en un momento en que los medios juegan un papel muy importante en la difusión de opiniones. Es ahí donde creo que este tipo de revistas, publicaciones, diarios o programas de radio pueden generar polos alternativos. No porque crea que no tiene derecho a decir lo que dice, sino porque creo que hay muchísimas otras voces que, por lo que fuera, no tienen micrófono y que son disidentes dentro de la Iglesia misma. Y es la única cara visible en tanto sigamos sin tomar en cuenta las otras caras que hay.
En ese sentido, creo que ambas partes somos responsables porque no vemos los matices. Me parece que es fundamental ver, aceptar y darle espacio a los matices y no entronizar una voz única, porque una voz única -en lo que fuera- siempre es poco democrático. Lo democrático es que haya posibilidad de diálogo, de abrir otros espacios en el interior de esa institución y de todas las otras, que podamos generar opinión y opinión alternativa. Y decirle a muchísimas mujeres religiosas, católicas, creyentes, de buena voluntad que esa no es la única voz, que hay muchas otras voces de mujeres creyentes, religiosas y de buena voluntad que las apoyarían en sus propias decisiones, porque las consideran sujeto de decisión y no objeto de que otros decidan por ellas. Es me parece un punto interesante a ver.
Seguramente los medios estén descuidando la incorporación de otras voces, pero no es un dato menor que Aguer es el representante del Episcopado en la Comisión de Educación, es decir, cuanto menos representa la voz hegemónica de la institución.
Esta bien, tiene una cierta relevancia, pero en la medida en que se le de espacio a otras voces seguramente su relevancia también va a ser menor.
¿Cuál es su reflexión sobre la educación sexual en las escuelas? ¿Cómo tendría que ser?
Si bien no trabajo ese exactamente tema, creo que somos cuerpos sexuados y no se puede ignorar ni negar la sexualidad humana. Lo que sí sabemos es el alto índice de embarazos adolescentes en la escuela secundaria y también primaria, lo cual quiere decir que urgentemente tenemos que hacer algo para que, si se producen, se produzcan con consciencia y responsabilidad de las partes. Que no sea producto de la ignorancia, del miedo, del ocultamiento o de la presión social que te hace creer muchas veces -y esto uno lo ve en chicas de 12 o 13 años- que la vida culmina en la maternidad y no es una etapa más de la vida que hay que afrontar, donde después la responsabilidad pasa a los abuelos que tienen que terminar de criar a una niña y a un bebe.
Que haya expectativas para ser uno mismo y generar una identidad que no se resuelve en una única variable de las posibilidades de la vida, sino que abre un espectro. Una edad en que la planificación que se pueda hacer tiene que ver con el estudio, el trabajo, la amistad, la incorporación de valores, la posibilidad de proyectar un futuro y no se cierre en la responsabilidad que implica el cuidado de un niño a una edad que estas niñas no han terminado de ser criadas. Me parece que tiene que enfrentarse desde la escuela, desde la familia, desde los medios con consciencia de que son cosas que suceden y que ocultándolas, negándolas o predicando en contra no lo solucionamos.
Jóvenes y futuro
En relación a estas temáticas, ¿piensa que las nuevas generaciones tienen o tendrán mayores grados de libertad para ciertas prácticas?
Hay un cambio bastante fuerte de los estereotipos sexuales, de varones, mujeres, minorías sexuales. Pero me da la impresión de que hay una pérdida de la posibilidad de proyectar a futuro, hay una precipitación de la inmediatez. Eso tiene que ver no solamente con los jóvenes sino con proyectos de país, con la posibilidad de inserción del país en América Latina y en el mundo. Es decir, es muy difícil en este momento encontrarse con proyectos a 10, 15 o 20 años y decir “en 20 años voy a ser tal cosa”.
Al precipitarse la inmediatez, lo efímero, a veces se dice que se “queman etapas”: hay que hacer lo que se puede ahora o nunca. Eso favorece que ciertas etapas -que son formativas- se salteen y se llegue a situaciones de mucha responsabilidad, como es tener hijos, sin haber completado las etapas donde uno se tiene que formar a sí mismo todavía y la familia lo tiene que formar, y también tener tiempo para la recreación, para el estudio, para el trabajo sin grandes responsabilidades. Y es asumir una etapa que tiene tiempo para ser cumplida y que tiene mucho que ver con el medio social, las pautas sociales según las cuales yo me autoestimo a mí mismo y considero que soy y tengo un lugar en el mundo, y la apertura de trabajo y de estudio.
A nivel mundial, cuanto más educada es una persona más proyectadas tiene ciertas etapas de la vida, más posterga la maternidad y la paternidad, más planea otras cosas que le son necesarias. Se genera más tiempo desde lo cultural, desde lo emocional, desde la maduración. Son etapas que se van cumpliendo. Uno ve en ciertos sectores que toda la carga identitaria está puesta en el factor de ser madre o padre, a edades de 14 o 15 años, cuando no han terminado la escuela, cuando no pueden tener trabajos estables sino fuertemente precarios, cuando dependen todavía económica y afectivamente de su padres, pero ante la falta de oferta de autoafirmación identitaria del medio ese es un camino rápido de decir “yo puedo”. ¿Qué puedo? Puedo procrear, tener un niño. Y esa es una responsabilidad muy fuerte.
Entonces yo bregaría primero por una maternidad y paternidad responsable, que forme parte del proyecto de vida de los jóvenes, pero que no se queme en la inmediatez de la necesidad de autoafirmarse sino en la necesidad de poder darle a un hijo un espacio propio, porque si no el niño se transforma en el bastón en cual yo me afirmo para sentir que soy quien soy. Eso me parece que es una inversión de cómo sería preferible que fueran las cosas, para darle al niño el espacio que merece como tal.
Sabemos que las moratorias son distintas en relación a los diferentes sectores sociales. Pero ¿qué ocurre con los jóvenes no heterosexuales? ¿Las moratorias se comportan de la misma manera? ¿Cómo viven el estatuto de la juventud en sus familias?
Lo más importante es preguntarles a ellos mismos cómo lo viven. Viéndolo desde afuera, me parece que tienen mayor visibilidad y reconocimiento, ahora cómo lo viven en su familia depende de las familias. Hay algunas que acompañan sinceramente los procesos de descubrimiento de su propia identidad, algunos desde la infancia, otros desde crisis de adolescencia o de juventud temprana. Hay otras familias que son altamente sancionadoras, que no lo soportan o no lo toleran y lo consideran una enfermedad todavía. Eso depende mucho de la familia de pertenencia del joven.
Lo que sí es cierto es que en este momento hay una mayor visibilidad lo cual tiene ventajas y desventajas. La ventaja es que no aparece como lo extraño sino que es conversación aceptada socialmente y creo que los jóvenes lo pueden expresar con más libertad. A su vez, también hay una cierta trivialización y ridiculización. Es decir, no es tanto una medicalización, pero sí un cierto estereotipo que uno a veces ve en la televisión con rasgos muy acentuados, que bordean el ridículo, y eso me parece muy doloroso para cualquier persona que tiene que transitar y tramitar su propia identidad, que no es nada fácil.
Calculo que para cualquier persona que pretenda diferenciarse del grueso de los mandatos sociales de un momento determinado, no es nada fácil tramitar esa diferencia en el ámbito que fuere y más en el de la sexualidad, donde los mandatos son mucho más rígidos porque la perpetuación de la especie depende de ellos en buena medida -por lo menos hasta todas estas técnicas alternativas de los últimos años-. Pero la especie en gran parte ha sobrevivido porque ha tenido mandatos muy firmes respecto de la procreación, la sexualidad, los modos de comportamiento, etc.
En este sentido nos encontramos cada vez más con composiciones familiares bien diversas, familias heterosexuales, familias con dos padres o dos madres, familias monoparentales…
Totalmente, hay, sobre todo en Estados Unidos, muchísimas mujeres que a través de la fertilización asistida quieren ser madres, que son heterosexuales pero que no quieren una pareja estable a lo largo de toda la vida. Eso es un fenómeno.
Aquello que nosotros llamamos ahora una “familia normal” va a dejar de ser “normal” porque eso implica “normativa” y todavía seguimos manejando familias normativizadas según principios aproximadamente del siglo XX, con todo lo que implican de niveles de ocultamiento, porque cuando hablamos de familias monogámicas sabemos perfectamente que el mandato es ese pero se cumple en muy pocos casos. En América Latina se cumple muy poco por parte de los varones, sobre todo en ciertas culturas donde el tener dos o tres familias en paralelo es absolutamente normal. Esto va generando una doble tabla de valores.
Que esto se hable, se explicite, me parece saludable en la medida en que “es lo que hay”, es así como son las cosas y si queremos legislar, opinar, discutir, visibilizar y, en última instancia, modificar o no, tiene que ser que con lo que de hecho hay. Y sobre todo porque los primeros que padecen esa situación son los niños que crecen en esas situaciones “no normales”, que padecen la exclusión y discriminación de otros niños, por el niño es simplemente emisario de los mandatos familiares, reproduce algunos códigos con los que lo han formado.
Que esto pueda tener un nivel crítico desde lo social, desde lo político, lo psicológico, me parece sumamente importante para el debate que toda sociedad tiene que hacer para saber cómo es y cómo se conforma, qué políticas quiere asumir. Cuando decimos sociedad democrática decimos mucho más que ir a votar, es decir, admitir diferencias también forma parte de una sociedad democrática, poder hablar de ciertos temas con respeto al otro también forma parte de la sociedad democrática. El poder ver la cantidad de variables que hacen que las personas se vean excluidas por trabajo, por pobreza, por etnia, por opción sexual, por lo que fuera, también implica abrir el tablero del debate en una sociedad democrática. Me parece que aunque hayamos recuperado democracia en 1983, tenemos muchísimo que hacer para constituirnos en una sociedad democrática más allá de la emisión bianual del voto.
Para finalizar nos resulta importante incluir una cuestión siempre candente en el debate público que ha sido largamente trabajada en los estudios de género: ¿cuál es su opinión en relación al aborto?
Yo defiendo el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos. Creo que una mujer que ha tenido educación sexual y puede prever un embarazo no deseado, salvo casos extremos, no aborta ni quiere abortar. El aborto es una situación traumática, dolorosa, que deja huellas, no solamente físicas, si lo tiene que hacer de manera clandestina donde arriesga la vida en la mayor parte de las veces, y también la posibilidad de no poder embarazarse más. El aborto deja además huellas psicológicas que, aunque todo le fuera maravillosamente porque es de clase media o alta y pueda pagar a alguien que le haga el mejor aborto del mundo, la huella psicológica no se borra.
El aborto es un caso absolutamente extremo y me parece que hay una especie de sobreactuación el suponer que legalizar esta práctica llevaría a las mujeres masivamente a abortar. A veces hago la analogía como cuando defendíamos la ley de divorcio vincular: las familias que se divorciaron fueron las que ya tenían situación irregular y en la mayor parte de las veces para regularizar la situación de los hijos.
Creo que si hay una buena educación, si hay una facilitación de los medios contraceptivos -que no son abortivos-, el aborto es el extremo último al cual cualquier mujer necesita apelar. No creo que ninguna mujer vaya “contenta” a hacerse un aborto, es una situación traumática, difícil, terrible a la que se ve sometida y en la que corre riesgo de vida.
Además es una situación que habla de la desigualdad social…
Es una cuestión económica. Es simplemente una cuestión económica. Quien tiene medios económicos puede hacerse un aborto seguro, y quienes no lo tienen, nunca se pueden hacer un aborto seguro.
Creo que se magnifica este temor al aborto masivo, lo cual es absolutamente falso, pero que tiene que ver con el derecho de las mujeres a tener o no tener hijos, a planificar sus propias familias y a ser responsables de sus propios cuerpos. Hay un miedo social general a la autonomía plena de la mujer. Hay que respetar el derecho a decidir, sino no tenemos un adulto, seguimos teniendo resabios de paternalismo.
[1] María Luisa Femenías es doctora en Filosofía. Profesora de Antropología Filosófica del Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP). Profesora visitante en universidades latinoamericanas. Fue visiting scholar en Berkeley, Toulouse y Berlín. Publicó numerosos libros y artículos sobre filosofía de género y teoría feminista en el país y en el exterior. Actualmente dirige el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP).
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